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Criando Hijos Para el Reino

“Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños.” Proverbios 27:23


Debemos recordar dónde comienza todo: nuestro ministerio comienza en casa.Allí, en medio de lo cotidiano y muchas veces desafiante, Dios nos ha confiado las vidas más valiosas: nuestra familia. Una y otra vez, Él me recuerda que mi primer ministerio comienza con ellos, comienza con quienes viven bajo nuestro techo.


No estamos simplemente criando hijos o buscando que solo sean “felices”. Estamos formando hijos e hijas para vivir para el Reino. No los criamos solo para que asistan a la iglesia los domingos, sino hombres y mujeres cuyo propósito sea amar, vivir para Jesús, extender Su Reino y cumplir Su propósito eterno.


Nuestros hijos no son un proyecto; son diseños divinos, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que él ha preparado de ante mano para que vivan en ella (Efesios 2:10).


 Cada uno fue formado por Dios con nombre, identidad, llamado, talentos, personalidad, fortalezas y debilidades, con dones espirituales únicos. No fueron creados para amoldarse al mundo, sino para transformarlo. Estamos en este mundo, pero no somos de este mundo.


Como padres, nuestra tarea es ser diligente en conocer el estado de nuestros hijos; Formarlos y entrenarlos en los caminos de Dios; guiarlos con amor y firmeza, ayudarlos a descubrir quiénes son en Cristo y encaminarlos hacia una vida con propósito.


Que cada paso que demos los acerque a vivir para la gloria de Dios.


Son flechas en manos del valiente, preparadas para un día serán lanzadas hacia el propósito eterno para el cual fueron creadas. Y aun cuando esas flechas sean lanzadas, Cuando ya no estén en casa, o incluso si en este momento no están caminando con el Señor, seguimos siendo padres del Reino, ellos seguirán siendo nuestros hijos.


Seguiremos orando, creyendo y declarando que la obra que Dios comenzó en ellos, Él la perfeccionará. Seguiremos alentando y amando con el corazón puesto en lo eterno, confiando en que ninguna palabra sembrada en fe volverá vacía.


Nuestro llamado comienza en la presencia de Dios y se refleja en el hogar. Allí aprendemos a amar, servir y reflejar a Cristo. Que el Espíritu Santo nos dé visión y nos revele cómo ver a nuestra familia como una misión sagrada, donde se están formando las flechas que serán lanzadas para cumplir Su propósito. 


“Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos, No será avergonzado.” Salmos 127:4-5


No dejemos de velar por ellos con diligencia y fe. Sigamos orando, creyendo y amando, porque un día veremos el fruto del Reino en sus vidas. El corazón del Padre nunca deja de buscar, de amor y de extender gracia como un día nosotros la recibimos.


Paulina Rodríguez

 
 
 

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