Dios No Cambia
- Paulina Rodriguez
- 7 jul
- 2 Min. de lectura
“En Él no hay cambio ni sombra de variación.” – Santiago 1:17
Vivimos en tiempos en los que todo parece estar cambiando. Lo que hoy se siente seguro, mañana puede desaparecer. Las estructuras sociales, económicas e incluso personales son sacudidas por noticias, enfermedades, conflictos o cambios inesperados. Pero en medio de toda esta incertidumbre, la Palabra de Dios nos recuerda una verdad eterna: Dios no cambia.
En Él no hay variación.
No hay fluctuación.
No hay inconsistencias.
No hay sombra de cambio.
Él permanece soberano, incluso cuando el mundo parece fuera de control. No se deja influenciar por los acontecimientos actuales. No reacciona a lo inesperado, porque nada lo toma por sorpresa. No se mueve por modas ni por el paso del tiempo. Nada lo desestabiliza. Su carácter es firme, Su propósito es eterno y Su amor es inquebrantable.
Dios no se mueve. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Sus promesas no caducan. Su amor no depende de nuestro desempeño. Su misericordia no se agota. Lo que Él fue para Abraham, para Moisés, para David y para la iglesia primitiva, Él lo sigue siendo hoy.
Deténgase un momento. Mire hacia atrás. Reflexione sobre su vida. ¿Cuántas veces estuvo al borde del temor, de la desesperación, de no saber qué hacer y aun así Dios estaba allí? Tal vez no respondió como esperaba. Tal vez el tiempo no fue el que usted quería. Pero Él fue fiel. Le sostuvo. Proveyó. Consoló. Abrió una puerta. Hizo camino.
¿Por qué no habría de ser fiel ahora?
Su fidelidad en el pasado no es solo un recuerdo para atesorar, es un fundamento sobre el cual edificar su presente y su futuro. Cuando todo a su alrededor parece inestable, esta verdad es su refugio: Dios no ha cambiado. Y nunca cambiará.
En tiempos de espera, Él sigue obrando.
En tiempos de pérdida, Él sigue cerca.
En momentos de temor, Él sigue siendo soberano.
Debemos entrenar nuestro corazón para recordar no solo lo que Dios ha hecho, sino quién Él es. Y debemos decidir anclarnos, no en los titulares o las emociones, sino en la verdad inmutable de quien Dios siempre ha sido.
Por eso, hoy, como personas y familias, debemos levantar nuestros ojos.
Más alto que la crisis.
Más alto que la confusión.
Más alto que el caos.
Fijemos nuestra mirada en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe.
Y declaremos, con confianza basada en las Escrituras y en la experiencia:“Mi Dios es el mismo. No se ha movido. Es fiel, y está conmigo.”
Aunque el mundo cambie—Él permanece.
Aunque nosotros cambiemos—Su amor no cambia.
Aunque no entendamos—Él sigue siendo bueno.
Aférrese con fuerza a esa verdad.
Declárela. Órela. Deje que se arraigue profundamente en su espíritu: Dios no cambia. Y Él es fiel.
Paulina Rodriguez
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