top of page

¿Qué Legado Dejaremos?

“Generación a generación celebrará tus obras, y anunciará tus poderosos hechos.”

Salmos 145:4


Cuando nuestros corazones dejen de latir en esta tierra, no serán nuestras posesiones, títulos o logros los que hablen por nosotros, sino nuestra fe, nuestras decisiones, nuestras palabras, y el amor que sembramos en otros. Muchos confunden la herencia con el legado, pero no son lo mismo. La herencia es lo que dejamos a otros bienes materiales; el legado es lo que dejamos en otra fe, valores, ejemplo, un testimonio vivo de lo que Dios hizo en nosotros. La herencia se gasta. El legado permanece.


Por eso, la verdadera pregunta no es:

¿Qué estoy acumulando?

Sino:

¿Qué estoy sembrando?


Cada día estamos dejando una huella, queramos o no. Estamos escribiendo una historia con nuestras acciones. Nuestros hijos, nietos, discípulos, estudiantes, amigos… todos observan cómo vivimos. Aprenden de cómo reaccionamos ante la dificultad, de cómo perdonamos, de cómo oramos, de cómo amamos, de cómo servimos a Dios en lo cotidiano. No se trata de perfección, sino de intención. Un legado no se construye por accidente, sino con decisiones constantes, pequeñas pero firmes, tomadas con propósito y fe.


“No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, su potencia y las maravillas que hizo.” Salmos 78:4


Este versículo es un llamado urgente a no guardar silencio. A no esconder lo que Dios ha hecho. A no encubrir Su fidelidad. Si el Señor ha transformado su vida, si ha respondido sus oraciones, si ha mostrado su gracia y poder, cuéntelo. No solo a sus hijos, sino a toda una generación que necesita saber que Dios sigue siendo real, sigue siendo bueno, sigue siendo poderoso.


Este llamado no es exclusivo para padres. Es para todo aquel que ha conocido a Jesús. No necesita un púlpito ni un micrófono para dejar un legado. Solo necesita un corazón agradecido y dispuesto a hablar de lo que Dios ha hecho. Las nuevas generaciones no necesitan solo enseñanzas; necesitan ejemplos reales. Necesitan ver una fe viva, oír testimonios que inspiren, conocer a alguien que refleje a Cristo con sinceridad.


La historia de Dorcas (Hechos 9:36–42) es un ejemplo poderoso. Ella no fue una profeta ni una líder reconocida como Moisés. Tal vez pensaba que no estaba haciendo nada grande. Pero su vida de servicio dejó una marca eterna. Era conocida por su amor práctico. Hacía túnicas y vestidos para las viudas. Cuando murió, la gente la lloró y mostró con gratitud lo que ella les había dado. Su comunidad rogó por su vida. ¡Eso es dejar un legado! Su nombre está en la Biblia, no por su fama, sino por su fidelidad en lo pequeño.


A veces pensamos: “¿Qué he hecho que realmente valga la pena?” Y si es honesto, tal vez sienta que no ha construido un legado. Quizás piense: “No lo hice bien con mis hijos…” Pero si hoy estás vivo, no es tarde. Mientras respires, Dios puede usar su vida para bendecir y marcar otras. Puede comenzar hoy, donde este, con lo que tiene. Así como Dorcas, usted también puede dejar un legado de amor y servicio. Puede ser esa persona que ora, que escucha, que levanta, que anima. Alguien que vive con integridad, que siembra fe, que modela perdón y compasión. Alguien que refleja a Cristo en medio de una cultura que necesita desesperadamente Su luz.


“Camina en su integridad el justo;

sus hijos son dichosos después de él.” Proverbios 20:7


Nuestros hijos y nietos heredarán no solo lo que poseemos, sino, sobre todo, quiénes somos. Que nuestra vida sea recordada no por lo que tuvimos, sino por cómo reflejamos a Cristo. Que cuando ya no estemos, otros puedan decir:


“Gracias a su ejemplo, conocí al Señor.”

“Por su amor, sentí a Dios cerca.”

“Sus oraciones me sostuvieron.”


Hoy es el mejor día para comenzar a escribir esa historia.

¿Qué legado está dejando usted?


Paulina Rodriguez

 
 
 

Comentarios


bottom of page